Cierto es que nada más ver este título, yo, ni me
molestaría en seguir leyendo. Tal es el
hastío que me provoca la corrupción que no me merece el más mínimo interés.
— Entonces, ¿qué hace este escribiendo sobre
corrupción y corruptos?— os preguntaréis aquellas personas que a estas alturas no
me hayáis enviado ya a saltear turiones.
Pues resulta que no es exactamente de la corrupción
de lo que quiero hablar, sino de la culpa.
Ese sustantivo tan malquerido y vilipendiado. Porque la culpa, digámoslo claramente, es una
carga que no quiere llevar nadie y no contentos con no quererla llevar tratamos
de colocarla al primer incauto.
Desde que el 15M tomara forma, lxs ciudadanxs
conciencia y el sistema se colapsara (no sé si es el orden, pero no altera el
producto) hay una moda instaurada en el poder (políticos, medios de
comunicación y cerebros abotargados) de lanzar culpas sobre los ciudadanos de a
pié. Así pues, al principio del colapso
financiero la culpa era nuestra por haber vivido por encima de nuestras
posibilidades; tras los primeros desahucios la culpa fue nuestra por haber
pedido créditos que no podemos pagar; la crisis de la sanidad es nuestra porque
acudimos demasiado a urgencias y nos encantan las recetas, las bajas simuladas
y tomamos antibióticos como si fueran gominolas; las jubilaciones no se pueden seguir
pagando porque tardamos demasiado en morirnos, y así podríamos seguir hasta
llenar varias páginas de sandeces.
Sin embargo lo que se oye últimamente, bajo mi punto
de vista, supera ya cualquier asomo de escrúpulo. Lo último de lo último no es hacer cola para
comprarse el iphone megagrandequetecagas, ni apuntarse a un curso de cupcakes,
ni practicar el running con uniforme decathlon, no; lo último de lo último es
que cuando alguien saca a colación los recientes casos de corrupción aparece un
tercero para alegar:
— Es que claro, tú, si puedes, también te escaqueas de
pagar el IVA al tipo del taller o al fontanero.
Bueno, vuelta la burra al trigo. Y mira que ya lleva días trillando y
trillando, que no se qué narices de trigo espera sacar en esa era.
Ahora mismo reconozco que no dispongo de los
argumentos necesarios para explicar porque no es lo mismo la corrupción en las
instituciones que no pagarle el IVA de la factura del paleta, pero continuaré
reflexionando el tema a ver si consigo un argumentario mínimamente
divertido. En cualquier caso la música
me suena igual que en otras ocasiones: tratan de derivar las culpas en los más
débiles. Porque no se trata de si una
cosa o la otra, sino más bien de no desviar la atención. Por ejemplo:
Supongamos que estamos en una reunión de vecinos y
yo planteo que habría que pintar la escalera porque está hecha una calamidad y
hace más de diez años que no se pinta.
Entonces el presidente del bloque se me encara y me dice:
— Pues mira que tú.
Hay que ver como tienes de sucias las paredes de la cocina. Eso sí que haría falta que lo pintaras.
Todos los vecinos convienen con el presidente que mi
cocina está asquerosísima y que sin más dilación debo proceder a pintarla. ¿Qué conseguiríamos? Básicamente que mi cocina estuviera estupenda
pero el espacio común que es la escalera diera un aspecto de edificio
abandonado y cochambroso.
Más o menos es lo que está pasando con este
sistema. El espacio común tiene aspecto
de abandono y de cochambre, mientras nos exigen que mantengamos nuestras
cocinas impolutas (imagino que será por si un día quieren venir a comer a casa
o algo así) y claro esto no conduce a nada.
Sea pues que debemos tomar las riendas para dar
respuestas a la corrupción y para ello hay que acudir al origen del mal. No sé si equivocadamente creo que el origen
de la corrupción no se encuentra en las personas. No se trata de si esta o aquella persona,
ni tan siquiera de si este o aquel
partido. Para mí el origen de la
corrupción se encuentra en el poder, por un lado, y en la falta de sentimiento
colectivo, en el otro. Aquellos
individuos que tienen poder no han de rendir cuentas a nadie, ellos son el
poder. Por más que nos digan que una vez
cada cuatro años se someten al pueblo esto no es cierto, ya que existen leyes
electorales que no permiten el ascenso de cualquiera y tampoco existen los mecanismos
para que quienes manejan nuestro dinero nos rindan cuentas. ¿Cómo se articula esto? Bueno, pues básicamente las plazas del 15M
(por no ir demasiado lejos en el tiempo) nos mostraron lo que es la democracia participativa
o democracia directa y resulta que es un espacio donde se plantean muchas
cuestiones que no pueden tener más que la respuesta que entre todos seamos
capaces de dar. Por lo tanto se trata de
construir un espacio que no dé lugar a que nadie detente poder sobre otra
persona o grupo de personas y todxs tengamos que rendirnos cuentas los unos a
los otros. Pero por encima de todo tiene
que ser un espacio donde el amor y la alegría nos acompañen. Nada de odio, cabezas rodando ni masas. Sólo amor fraterno e individuos organizando
libremente nuestras vidas y construyendo la sociedad que queramos entre todos
sin que nadie ostente poder sobre los demás.