Translate

domingo, 29 de noviembre de 2015

Campaña sobre campaña



Pues nada, ya estamos otra vez con la matraca de las elecciones: “que si votas a este gana el otro, que si no votas es como si votaras a no sé quién, que si votar es como votar pero no votar… y yo ya no puedo más.  Por eso, y aunque no me lo ha pedido más que mi cuerpo serrano voy a explicar cómo entiendo yo ese gran misterio que es para algunos la abstención electoral:

Imaginemos que vivimos en los Estados Unidos en la era de la esclavitud.  Sí, esa del Kunta Kinte y compañía que tanto impacto nos causó en nuestra infancia o juventud, o para hacerlo un poco más actual; la del Django.

Bien, una vez puesto en situación vamos a imaginarnos que somos esclavos (¿no esperarías que os convirtiera en bwanas?) y como muestra de avanzada democracia nos proponen que, en lugar de pertenecer a un dueño de por vida o hasta que el señorito decida vendernos, vamos a elegir quien será nuestro dueño los próximos cuatro años.  Evidentemente habría una votación masiva hacia uno u otro dueño en función de los intereses de cada uno de los esclavos.

Si bien es cierto que habrá dueños que resultarán menos atroces que otros, que unos nos darán menos latigazos, que otros pondrán algún garbanzo en nuestra sopa, que aquellos nos darán alguna hora más de descanso o que los de más allá nos harán trabajar hasta perder el conocimiento; ninguno de ellos querrá renunciar a mantener nuestra condición de esclavos, o sea que nuestra liberación no puede venir en ningún caso por la renuncia de nuestro dueño a nuestro sometimiento, sino que deberá partir siempre de nuestra propia rebeldía para dejar de ser esclavos.

Así pues, es relativamente importante quien se erige en nuestro esclavista, lo que realmente importa es que seamos capaces de hacernos dueños de nuestro propio destino y nos liberemos de los bwanas que lo único que buscan, de forma más o menos consciente, es el beneficio propio, sea en forma económica o en forma de poder; porque el poder de imponer las ideas y el procurar lo que yo creo que es mejor para el resto, también es una forma de beneficio personal.

De modo que me permitiréis que reste importancia al acto de votar o no votar y me incline más por acciones que resulten realmente libertadoras, que sirvan para que abandonemos la esclavitud y que no importe quien sea el amo y señor de nuestros destinos, que lo realmente importante es que el poder se disuelva entre todos nosotros y nos convirtamos en seres humanos libres capaces de organizarnos como mejor creamos que debemos hacerlo, sin depender de seres más instruidos, más “capacitados”, más caraduras o con más tradición de mando.

Tanto si decides votar como si decides no votar lo realmente importante es que lo que hagas no te haga perder la perspectiva, que no es otra que luchar por liberarte y dejar de ser esclav@ del poder.

viernes, 6 de noviembre de 2015

Ósculos por doquier



Cuando el príncipe besó a Blancanieves una arcada se abrió camino por las entumecidas entrañas de la muchacha traspasando la campanilla como un torrente desatado y penetrando en la perfumada y ordenada boca del príncipe que recibió el vómito, primero con asombro, después con repugnancia y finalmente sumiéndose en un profundo sueño, de resultas de la transferencia del veneno inyectado en la manzana por la malvada madrastra y después ingenuamente digerido por la cándida muchacha.  Así despertó Blancanieves.

Cuando los enanitos regresaron de la famosa mina de diamantes en lo más profundo del bosque, se encontraron, en lugar de a Blancanieves, a un muchacho vestido de finos ropajes, dormido a los pies de un blanco corcel y desprendiendo un misterioso olor agrio.  Los enanitos se enojaron.  Todos salvo uno al que llamaban Gruñón.  Este decidió acercarse al príncipe y darle un beso “de amor verdadero” en los labios.  Cuando Gruñón sintió que una arcada se abría camino por las entumecidas entrañas del muchacho se hizo hábilmente a un lado y el príncipe azul vomitó contra el mullido suelo del bosque despertando.

Ahora el príncipe cocina, friega el suelo, lava y plancha la ropa de los enanitos mientras estos están en la mina de diamantes.  Además se ha apuntado a un curso de corte y confección y está diseñando nuevos gorros, más modernos, para los enanitos mineros.

¿Blancanieves?  Pues chico, no sé; se dice que un pastor la vio correteando libre por el bosque y diciendo no sé qué cosa sobre el patriarcado de los enanitos y unos abusos de un pervertido o qué sé yo.