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lunes, 28 de noviembre de 2016

El cerdito valiente



Anda la cosa de los noticiosos anunciando el último apocalipsis que se nos viene encima, y a consecuencia de ello andan las personas pensionistas inquietas.  Resulta que están matracando con que la hucha de las pensiones está prácticamente vacía y en un año habrá más telarañas dentro que en el sarcófago de Ramses II.  ¡Hay que joderse!  Como si esto de las pensiones se pudiera reducir a un horondo cerdito de cerámica con una raja en la chepa.  Pero empecemos por el principio:

¿Cómo se concibe el sistema de pensiones en nuestro país?  Pues fundamentalmente basándose en algo tan viejo como el timo de la pirámide, es decir, para que unas pocas personas cobren tienen que haber otras que aporten dinero mediante las llamadas cotizaciones sociales.  Este sistema se creó en un país subdesarrollado con una baja esperanza de vida y una incorporación al mercado laboral a muy temprana edad.  Un país con una realidad laboral y social muy distinta de la que tenemos ahora.  Un sistema de pensiones que, si bien ha funcionado durante un tiempo, no dejaba de ser un tanto extraño y malsonante en su concepción.  ¿Dónde se ha visto que un colectivo tenga que autofinanciarse y encima a eso se le llame solidaridad?  A ver si me explico un poco mejor con esto:

¿Alguien se imagina que para que nos pudieran hacer un trasplante de riñón dependiéramos de lo que aportaran aquellos individuos con una predisposición genética a padecer una enfermedad renal?  ¿O que el gasto de mantenimiento de las carreteras, policía de tráfico, traslado y atención sanitaria derivada de un accidente de circulación se sufragara, exclusivamente, con las aportaciones de aquellos que conducen un vehículo a motor?  Seguro que en poco tiempo la hucha de cerdito estaría en los huesos.

Esa es la raíz del problema; la caja única.  El que todo lo que se derive de las pensiones contributivas esté supeditado a que haya mucha gente trabajando y poca gente cobrando poco tiempo.  Y esto no se soluciona incorporando más trabajadores al mercado laboral, esto pasa por cambiar el sistema de pensiones hacia un sistema realmente solidario en el que el dinero salga de los impuestos, además de las cotizaciones sociales.  Es tan simple como priorizar aquello que es realmente importante: la sanidad, la educación, las pensiones y todo lo que tenga que ver con nuestro bienestar real y diario y no con milongas macroeconómicas.

Claro que hay que andar con ojo ya que como lo de la pirámide ha funcionado tantos años, ahora nos quieren endosar el timo del tocomocho que dice que para cobrar una buena pensión te tienes que pagar un plan de pensiones privado.  Esto ya es para desorinarse de la risa.  ¿Por qué?  Fácil:

¿Cuánto dinero, con gran esfuerzo eres capaz de aportar a un bonito plan de pensiones de esos que te envuelven en papel de regalo los bancos?  Imagina que te aprietas bien aprieto el cinto y decides hacer una aportación de cien euros al mes (ya sé que es un poco locura, pero ponte en situación) durante, pongamos, treinta años (esto ya es locura al cuadrado).  Supongamos que a los sesenta y cinco te jubilas y vas a rescatarlo.  ¡Jo qué bien!, tienes treinta y seis mil pavos.  Prepárate para vivir como un marqués.  No, espera.  Que resulta que si te decides a cobrar seiscientos euros al mes, de ese plan de pensiones, en cinco años te lo has pulido enterito.  O sea que tu vida loca acabará a los setenta años, después de toda una vida de pasar estrecheces resultará que a los setenta te quedará la misma mierda que si no hubieras hecho este plan de pensiones.  Además, durante los años que has estado aportando los cien eurazos tenías una bonificación de hacienda y beneficios fiscales sobre ese dinerete, pero, ¡oh sorpresa!, al rescatar las perras hacienda va a querer que le pagues eso que creías que te habías ahorrado.  Esto es genial, la banca gana y se ríe. Y los expertos erre que erre con nos hagamos un plan de pensiones privado.  Pero esta gente ¿para quién trabaja?  Y más importante aún, ¿por qué nos toman por estúpidos?

Vamos, que no me vuelvan a hablar de lo vacía que está la susodicha hucha.

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