El 10 de marzo de 2017, coincidiendo con mi próxima
operación de hombro, apareció en diario.es un artículo titulado: “Huertos
domésticos: seis razones para pensárselo antes de montar uno”. Las razones en cuestión venían enumeradas del
siguiente modo:
1.- La contaminación por metales pesados y compuestos orgánicos.
2.- El gasto de agua puede dispararse.
3.- La inversión inicial puede ser notable.
4.- El desperdicio puede aumentar.
5.- Puede atraer insectos que pican.
6.- Pueden ser una fuente de epidemias.
Bien es cierto que el titular y la enumeración no
responden exactamente al desarrollo del artículo, ya que, una vez más,
diario.es vuelve a pecar de sensacionalismo en la letra gorda, aunque después
el artículo es menos espeluznante que los encabezamientos, no puedo por menos
que explicar el tema tal y como me hubiera gustado leerlo..
En primer lugar, cultivar un huerto en el balcón, en la
terraza, en el jardín o en cualquier otro espacio del que dispongamos es una
buena idea. Tal y como expresa Vandana
Shiva: “cultivar un huerto es el acto más revolucionario que podemos llevar a
cabo”. Esto puede sonar un tanto
exagerado, pero deja de serlo si profundizamos convenientemente en el concepto
de soberanía alimentaria.
Si tenemos en cuenta que, cada vez más, semillas y
plantas se están patentando, esterilizando y modificando genéticamente,
caeremos en la cuenta de la profunda dependencia que empezamos a tener de las
grandes corporaciones. Multinacionales
productoras de semillas que también lo son de medicamentos y de productos fitosanitarios
Si todas las semillas y plantas acaban en manos de grandes
corporaciones dependeremos exclusivamente de su lecho de negocio para poder
continuar alimentándonos. Ha llegado el
momento de romper esta dinámica.
Para empezar, podemos tomarnos lo del huerto doméstico
como una afición más. Ya, si eso,
hondearemos la bandera de la revolución un poco más adelante.
Como toda afición, la podemos emprender desde el “hágalo
usted mismo” (DIY) o gastarnos una pasta en equipamiento, cosa que contradeciría
un tanto el espíritu revolucionario del acto, pero no voy a meterme en este
gasto, cada uno como lo quiera emprender.
Podemos desde comprar unas jardineras equipadas con riego automático
hasta agujerear un saco de tierra y trasplantar en los propios agujeros. Fabricarnos unas macetas, aprovechar cubos
viejos, garrafas, baldes, la vieja bañera del bebé o cualquier otro recipiente
en el que veamos el futuro de una deliciosa hortaliza.
Podemos tener un semillero de diseño con sus barras
curvas de aluminio y su plástico de chorrocientas galgas, o germinar nuestras
semillas en botes de yogur, vasos de plástico, botes de conserva, tetrabricks o
cualquier otro recipiente cubierto con cualquier pedazo de plástico
transparente.
Como veis la creatividad nos va a acompañar en todo
momento.
Es importante, antes de empezar hacerse con un calendario
de siembra y plantaciones, más que nada porque estamos tan acostumbrados a ir al
“super” y encontrar de todo que ya hemos perdido la noción de la temporada.
Resumiendo, para empezar, necesitamos: recipientes para
el semillero, recipientes para las plantas, tierra, calendario de siembras y
plantaciones, paciencia y creatividad.
En siguientes entradas continuaré explicando más, que
esto me está quedando un poco largo, además aprovecho para invitaros a consultarme
cualquier duda que os pueda surgir con el huerto doméstico.
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