Pues nada, ya estamos otra vez con la matraca de las
elecciones: “que si votas a este gana el otro, que si no votas es como si
votaras a no sé quién, que si votar es como votar pero no votar… y yo ya no
puedo más. Por eso, y aunque no me lo ha
pedido más que mi cuerpo serrano voy a explicar cómo entiendo yo ese gran
misterio que es para algunos la abstención electoral:
Imaginemos que vivimos en los Estados Unidos en la era de
la esclavitud. Sí, esa del Kunta Kinte y
compañía que tanto impacto nos causó en nuestra infancia o juventud, o para
hacerlo un poco más actual; la del Django.
Bien, una vez puesto en situación vamos a imaginarnos que
somos esclavos (¿no esperarías que os convirtiera en bwanas?) y como muestra de
avanzada democracia nos proponen que, en lugar de pertenecer a un dueño de por
vida o hasta que el señorito decida vendernos, vamos a elegir quien será
nuestro dueño los próximos cuatro años.
Evidentemente habría una votación masiva hacia uno u otro dueño en
función de los intereses de cada uno de los esclavos.
Si bien es cierto que habrá dueños que resultarán menos
atroces que otros, que unos nos darán menos latigazos, que otros pondrán algún
garbanzo en nuestra sopa, que aquellos nos darán alguna hora más de descanso o
que los de más allá nos harán trabajar hasta perder el conocimiento; ninguno de
ellos querrá renunciar a mantener nuestra condición de esclavos, o sea que
nuestra liberación no puede venir en ningún caso por la renuncia de nuestro
dueño a nuestro sometimiento, sino que deberá partir siempre de nuestra propia
rebeldía para dejar de ser esclavos.
Así pues, es relativamente importante quien se erige en
nuestro esclavista, lo que realmente importa es que seamos capaces de hacernos
dueños de nuestro propio destino y nos liberemos de los bwanas que lo único que
buscan, de forma más o menos consciente, es el beneficio propio, sea en forma
económica o en forma de poder; porque el poder de imponer las ideas y el
procurar lo que yo creo que es mejor para el resto, también es una forma de
beneficio personal.
De modo que me permitiréis que reste importancia al acto
de votar o no votar y me incline más por acciones que resulten realmente
libertadoras, que sirvan para que abandonemos la esclavitud y que no importe
quien sea el amo y señor de nuestros destinos, que lo realmente importante es
que el poder se disuelva entre todos nosotros y nos convirtamos en seres
humanos libres capaces de organizarnos como mejor creamos que debemos hacerlo,
sin depender de seres más instruidos, más “capacitados”, más caraduras o con
más tradición de mando.
Tanto si decides votar como si decides no votar lo
realmente importante es que lo que hagas no te haga perder la perspectiva, que
no es otra que luchar por liberarte y dejar de ser esclav@ del poder.
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