Así como Yahvé le pidió a Abraham que demostrara su fe en Él sacrificando a su hijo (aunque luego el Yahvé recogiera carrete y le dijera, cual despiadado especista, que con que sacrificara un corderito ya le valía). Así como los antiguos griegos sacrificaban cien bueyes en sus famosas hecatombes a mayor gloria de los dioses. Así como los antiguos romanos ofrecían en sacrificio a vírgenes y prisioneros. Así como los mayas sacrificaban a prisioneros y niños a mayor gloria de los dioses. En definitiva, así como las diferentes culturas imperialistas de cultura patriarcal han ofrecido sacrificios a sus dioses, nuestra sociedad, la sociedad neoliberal, la sociedad mercantilizada, el capitalismo que vivimos, ha ofrecido en sacrificio a la juventud para mayor gloria del capital. Y lo ha hecho señalándolos como los casi únicos culpables de la proliferación de los contagios a consecuencia de la Covid (alerta, este texto contiene información Covid19. ¿Desea continuar?) Porque de manera machacona se insiste una y otra vez en que los jóvenes hacen botellones, se pasan porros, se besan, van sin mascarilla y ¡nos quieren matar a todos! Pero este pensamiento no se transmite directamente, sino que se repite de forma velada y machacona hasta que, como si se tratara de un proceso osmótico, acaba insertado en nuestro pensamiento y, a partir de ahí, ya tenemos barra libre para cargar contra esa casi clase social que es la juventud y, claro, si cargamos contra la juventud es más fácil que nos despistemos de lo esencial: produce y consume.
Una pequeña reflexión: si las muertes directas por accidente de trabajo en 2019 fueron 695 y los accidentes no mortales con baja laboral fueron 635.227, ¿de verdad creen que los puestos de trabajo, por arte de birlibirloque, se han convertido en lugares seguros para no contagiarse la Covid? ¿En serio? ¿A quién tratan de convencer de que se puede morir en el tajo pero no contraer Covid? Porque resulta que ahora, la solución para acabar con la pandemia pasa por ir a trabajar, al centro comercial y encerrarse en casa para consumir Amazon, Aliexpress, Netflix o Movistar.
Cierran mercadillos o reducen los aforos. Claro, todo el mundo sabe que al aire libre es peligrosísimo el tema de los aerosoles y los contagios (sarcasmo), no como en los centros comerciales y grandes supermercados donde se juntan, en un espacio cerrado, decenas de personas para autoservirse los productos que compran, o lo que es lo mismo, para comprar un paquete de macarrones que han tocado unas quinientas personas antes que tú. Si por lo menos se hubieran cerrado las grandes superficies y permitido únicamente el comercio en el que te sirven el producto…
Toques de queda a las once de la noche. Así nos vamos a dormir bien pronto y al día siguiente estamos frescas como rosas para seguir siendo productivos.
Cierres a las ocho de la tarde para actividades no esenciales. Así acabamos con el activismo militante limitado por las reuniones limitadas a seis personas y por los horarios de las personas trabajadoras que se ven imposibilitadas de militar por falta de tiempo material. Solamente pueden reunirse en espacios cerrados de centenares de personas para trabajar, pero no para reclamar justicia social.
Imposibilidad de desarrollar una cultura alternativa a la oficial, única declarada segura frente a la Covid. ¿Será la subvención o el control, cuando no organización institucional, lo que crea defensas frente a la pandemia?
En fin, que no estoy dispuesto a sacrificar a nuestra juventud en pos del capital ni a convertirme en una mera máquina de trabajar y consumir. Cabreado me tienen.
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