Sánchez Dragó, personaje esperpéntico con aires de
intelectual y que nos pide agradecimiento por compartir espacio generacional
con su persona, opinó en su día que los aficionados al fútbol son una especie
de ceporros a los que debería retirárseles el derecho al voto. Tal es la estima en la que tiene este
individuo a los forofos del balompié.
Supongo que la victoria de “La Roja” en el pasado mundial de Sudáfrica
fue una ocasión ideal para verter estas opiniones, como un engrudo fétido,
sobre las páginas de un libro escrito a la limón, con el otrora intelectualoide Albert Boadella, y
embolsarse una pasta gansa vendiendo el producto.
Cierto es que este tipo de eventos, el mundial de
fútbol, son una excusa perfecta para lanzarse al despilfarro y la prosopopeya
en pos de la eternidad faraónica.
Cualquier político que se precie, sueña con un evento que lo estampe en
los libros de historia por los siglos de los siglos, porque ha sido el artífice
de los cambios que convirtieron un país de miserables, en un país de
postmodernos llenos de infraestructuras y deudas. Por todo ello, tal vez, Brasil no fuera el
lugar más adecuado para que el Partido de los Trabajadores, el que tenía que
acabar con la hambruna del país, desatara sus delirios de grandeza en forma de
mundial y olimpiadas y no sé cuantas zarandajas más.
En fin que si un gobierno (sea municipal,
autonómico, estatal o de cualquier otra índole) necesita de este tipo de fastos
para crear infraestructuras y generar bienestar entre sus ciudadanos, pues
estamos aviados. Esto en el mejor de los
casos, porque la verdad está ahí fuera y es más siniestra: manos que se meten
en cajas, suculentos untes a diestro y siniestro, concesiones bajo mano,
etc. Para luego acabar dejando un
panorama de dudosa utilidad o una ordenación urbanística que no responde a las
necesidades de los ciudadanos, precisamente por estar pensada para las
necesidades de los eventos.
Todo lo dicho no quita para que a quienes nos gusta
el fútbol lo veamos. ¡Faltaría más! Ello no nos va a convertir en los idiotas que
describen esos dos. Como tampoco se
vuelve imbécil el que ve series, colecciona sellos, lee libros, pesca a mosca o
dedica su tiempo a cualquier actividad que le divierta. Porque realizar actividades que nos
satisfagan es lo mejor que podemos hacer pese a que haya individuos incapaces
de empatizar con la humanidad.
Recuerda que mientras has leído este texto:
— Se han producido 50 millones de orgasmos en el mundo.
— Se han dado más de 200 millones de besos de amor.
— 400 millones de niños han reído a carcajadas.
— 6000 millones de personas tenían liada y no podían
leer este texto. Los mil millones
restantes no tienen internet.
Por último: tranquilo, Dios no
degolla un cachorrito cada vez que ves un partido de fútbol.
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