Ulises partió dejando un cesto con agujas y lana en el
regazo de Penélope. Después, acarició la
cabeza de Argos y puso rumbo a Ítaca.
Como Penélope no sabía de costura en lugar de ponerse a
hacer punto, se clavó una de las agujas en el pescuezo y se fue de fiesta loca
a la discoteca más cercana, triunfando con su nuevo look entre la masculinidad
allí presente.
Argos levantó su pata, meó sobre el arco destensado y
salió a la calle a olisquear el culo de las perritas que por allí pasaban.
Ulises, mientras tanto, vivió una Odisea, pero eso es
otra historia.
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