Independientemente
del color de gobierno de turno, uno tras otro, absolutamente todos han jugado
la baza de los funcionarios con frases tan del gusto popular como: son unos
vagos, se aprovechan de que no los pueden despedir, no sirven para nada, hay
demasiados, cobran mucho, es insostenible mantener una administración tan
hinchada y un largo etcétera de eslóganes, estos sí, de corte populista.
Así
las cosas, un gobierno tras otro ha usado el comodín del funcionario para decir
que aplicaba recortes para “ahorrar dinero de todos los españoles”, que es como
el chocolate del loro, que, por si alguien no lo sabe, consiste en, recortar
los gastos de casa, dejando de dar chocolatinas al pobre loro.
Estos
recortes han consistido tanto en pérdidas de pagas extras (cierto que después
se abonaron, con la consiguiente disminución de ingresos debido a la inflación)
en congelaciones salariales, año tras año, recortes en días de descanso y, lo
más peligroso, en la no reposición y, como les gusta decir a los políticos, la
amortización de las plazas vacantes; esto es, cuando alguien se jubilaba, no
solo no cubrían la plaza, sino que la eliminaban. Todo esto aplaudido por la masa enfervorecida
que descargaba su impotencia sobre la propia clase trabajadora, que, lo creas o
no, es lo que acabamos siendo lxs funcionarixs.
Nuestras
reivindicaciones, cierto que tibias en algunos casos, eran vistas como una
pataleta de una clase privilegiada, pero nada más lejos de la realidad y esta crisis
ecológica, sanitaria, social y económica nos está dando la razón a quienes
íbamos más allá de la mera oposición a la pérdida de ingresos. Realmente lo que veíamos y lo que se estaba
reivindicando era que no se renunciara, por parte del Estado, a la capacidad de
atender las demandas de la población como merecen.
El
adelgazamiento de la administración, perdón.
El adelgazamiento de la masa trabajadora de la administración (la clase
política no ha sufrido nunca estos ataques, ya que nadie es tan idiota como
para legislar en su contra) ha tenido como consecuencia que estuviéramos
trabajando siempre al límite de nuestras capacidades, es decir, con lo justo
para ir tirando. En el momento en que ha
aparecido un problema de calado es cuando ha emergido la realidad del colectivo
laboral de la administración y no solamente el sanitario del que tanto se ha
hablado.
En
realidad, el que no puedas recibir el pago del ERTE que necesitas sí o sí, se
debe a la carencia del personal necesario para llevar a cabo la labor que se demanda. Porque cada vez que aparece el presidente o
el ministro de turno a anunciar una nueva prestación, no está escribiendo una
carta a los reyes magos, o no debería creer que lo está haciendo, lo que
realmente está proponiendo es movilizar a un colectivo de personas trabajadoras
que han de llevar a cabo la tarea de que recibas esas prestaciones en tiempo y
forma.
De
poco sirve, ahora, aumentar la contratación de personal laboral de refuerzo,
puesto que el desempeño de la tarea requiere de una formación y una
profesionalización que no se adquiere en unos pocos días, necesita recorrido
como en cualquier trabajo mínimamente especializado.
Así
que cuando te alegres por los recortes que sufrimos lxs funcionarixs, piensa
que en realidad somos empleadxs públicxs y por tanto trabajamos para ti, o sea
que de lo que te estarás alegrando es de recibir un nefasto servicio por parte
de quien debe prestártelo.
Conste
que entiendo el enfado que te puede producir el topar con el muro de la
administración en determinados momentos en que esperas que te responda, y que
la cara visible de ese muro seamos lxs pringadxs de turno que estamos frente a
ti. Con eso bregamos todos los días y lo
tenemos más que asumido. Pero no puedes
olvidar que mereces una administración que pueda tramitar y ofrecerte un
servicio de calidad y justo. No debes
dejar que te expongan a una administración incompetente y carente de recursos,
porque sin buenas personas profesionales y que pueda gestionar escrupulosamente
su trabajo vas a quedar en desamparo.
Tampoco
el discurso de la privatización de determinadas áreas o prestaciones contribuye
en absoluto a hacer el trabajo eficaz. A
lo único que contribuye es a que alguien se lucre con lo que debería ser
público y utilizará cuanto esté a su alcance para ganar más y más dinero. Basta echar una mirada a lo sucedido en las
residencias de ancianos o en los hospitales.
Pero sin tener que recurrir a esos ámbitos, hay otros ejemplos que
puedes conocer muy bien, me refiero a las bajas gestionadas desde las mutuas o
los ceses de actividad de los autónomos también gestionados por estas entidades
sin, supuestamente, ánimo de lucro.
No
permitamos que la incompetencia de los políticos se cubra con la privatización
de la administración pública. No permitamos,
bajo ningún concepto, la pérdida de calidad de los servicios públicos. Peleemos ahora y siempre por unos servicios
públicos de calidad y, añadiría, autogestionados. Mereces, merecemos, que nuestros derechos no
se vean mermados por la precariedad laboral y el falso ahorro. No podemos permitirnos el lujo de renunciar a
lo nuestro, a lo que nos pertenece porque lo pagamos entre todxs y porque es la
forma más justa y solidaria de facilitarnos el apoyo mutuo necesario para tener
una vida digna. Y, sobre todo, porque lo
público es, o debe ser, un bien social y no un bien lucrativo que es lo que, la
final, representa la iniciativa privada.
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