Yo soy el que acumula medicamentos en casa por el
placer de acumularlos. Siempre que tengo
ocasión me planto en la consulta del médico y trato, por todos los medios, que
me expida esa receta que no necesito.
También soy dado a acudir al farmacéutico de turno para intentar que me
venda antibióticos sin ninguna necesidad.
Me encanta atiborrarme de antibióticos.
Tengo por costumbre recomendar medicamentos a todo
el mundo, sean amigos, conocidos o familiares; incluso los recomiendo en el
bar, a voz en grito.
Lo que más me gusta es acudir a urgencias sin
necesidad. Que me aburro, pues hala,
para urgencias que me voy a pasar el rato.
Invento mil y un métodos para abusar de la sanidad pública.
También evito comer en casa. ¿Para qué si puedo disfrutar de una beca
comedor? Como cada día gratis, además,
no sólo repito, si no que me gusta llevarme comida en fiambreras para
repartirla luego entre mis allegados, o mejor aún, para venderla a pie de
calle.
Cuando veo un coche me abalanzo sobre él con la
esperanza de ser atropellado y poder pedir una indemnización millonaria.
Vine a este país para aprovecharme. Mi único objetivo es chupar de la teta del Estado,
enviar toda vuestra pasta a mi gente y aprovecharme de vuestros impuestos.
Soy ese anciano que se aprovecha del sistema. El que vive a costa de todos vosotros
consumiendo recursos sanitarios y agonizando en caras residencias públicas que
pagáis todos vosotros.
Soy esa adolescente alocada que en lugar de
anticonceptivos aborta cada vez que folla borracha en el asiento de cualquier coche.
En definitiva soy el delirio del pueblo que,
engañado por los legisladores gobernantes, hacen suyo un absurdo discurso que
sólo sirve para justificar la destrucción de derechos y para desviar (este sí)
nuestro dinero a sus bolsillos, porque, seamos sinceros, ¿alguno de vosotros es
como alguno de los casos aquí descritos?
¿Verdad que no? ¿Alguno conoce de
primera mano algún caso? No, todo son
cosas que nos ha contado alguien. Que no
te engañen los ladrones están arriba.
Ellos son los que gastan tú dinero y como te lo gastas en mantenerlos no
llegas a fin de mes. Ellos son los
encargados de que estos bulos se difundan y se conviertan en una letanía, un
mantra que a fuerza de ser repetido acabamos creyéndonos. Un discurso que sirve para que el pueblo
asuma como un gran beneficio leyes que no hacen más que perjudicarnos y
precarizar más y más nuestras vidas.
Esas vidas en las que nos conformamos con más bien poco: trabajar,
llegar a fin de mes, echarnos unas risas y poder ver crecer felices a nuestros
hijos.
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