Sucedió
anoche. Yo estaba apoyado en la barra
del bar, sujetando una cerveza helada.
Un tipo se acercó a mí e inició una de esas conversaciones que sólo se
dan en determinados bares a determinadas horas.
Mi
cabeza estaba en plena ebullición gracias a la cantidad de cervezas ingeridas a
lo largo de la noche y me pilló así, con todos los sentidos alerta y toda la
maquinaria de mi cerebro a pleno rendimiento.
Me
habló de un tipo con barba llamado Sigmund.
Un tipo que estudiaba cosas de la mente.
Un tipo que dice revolucionó con su yo, su ello y su superyó. Yo escuchaba con mi yo y mi superyó
activados, tratando de evaluar de manera crítica lo que me exponía, al tiempo
que con una mano hacía gestos al camarero para que sirviera otra de lo mismo.
No
sé en qué momento de la conversación sucedió, pero fue como un mazazo en mi
ello. Mi dijo que, en definitiva, lo que
venía a decir Freud, es que tú deseas tener mi polla entre tus piernas.
Salí
del bar dando tumbos y vociferando, ¡viva el psicoanálisis!
Esta
mañana he despertado y nada más abrir los ojos, antes de desentumecer mi
abotargado cuerpo, he visto plasmada sobre la pared de mi habitación, una
enorme pintada realizada a brochazos que reza:
“SIGMUND
RULES”
No
sé, creo que se me ha escapado algo de todo esto del psicoanálisis, pero con
esta resaca no tengo ganas de levantarme a mirarlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario