Recuerdo que alguien me comentó en una
ocasión que Jimmy Carter era incapaz de caminar y mascar chicle al mismo
tiempo. Más adelante oí el mismo
comentario referido a Ronald Reagan, imagino que como justo desquite de los
demócratas. En ambos casos se trata de
despreciar la inteligencia de ambas personas.
Pero ahora mismo no me interesa en lo más mínimo la capacidad
intelectual y mucho menos la coordinación motora de Jimmy Carter o de Ronald
Reagan, si no que lo que pretendía era explicar porqué me he mantenido
taciturno durante esta semana. Ni más ni
menos que porque soy incapaz de mascar chicle y caminar al mismo tiempo.
Resulta que esta semana, para mi desgracia,
me he visto absorbido por la lectura de dos libros geniales. Digo geniales desde mi más absoluto
desconocimiento de los sesudos racionamientos literarios que hay que hacer para
elevar a la categoría de geniales unos libros.
Digo sesudos desde la más profunda tiniebla intelectual, en lo que se
refiere a giros dramáticos, construcciones literarias, licencias poéticas y
demás cuestiones que intentaron, en vano inculcarme en mis breves años de
estudiante los abnegados profesores de literatura. Se trata simplemente de que he disfrutado
como una perra leyéndolos y he estado tan absorto que prácticamente no he
podido hacer nada más. O mascaba chicle
o caminaba.
Estos libros que me han sorbido el seso son
ni más ni menos que de La búsqueda del Tesoro de Andrea Camilleri y La
pesca del salmón en Yemen de Paul Torday.
No esperéis una sinopsis. Odio a la gente que hace sinopsis. Odio las sinopsis de los libros. La mayoría de las veces te acaban destrozando
la historia. Así que solo pondré unos
fragmentos a modo de cata:
…Pero ¿qué podía hacer?
De pronto recordó una frase pronunciada por
Rumsfeld, el secretario de Defensa de Bush, quien, cuando el jefe de los
inspectores enviados a Iraq en busca de armas de destrucción masiva dijo que no
habían encontrado ni rastro, contestó lo siguiente: “La ausencia de pruebas no es una prueba de la
ausencia” Genial
La búsqueda del tesoro de Andrea Camilleri
…-Pero vengo observando desde hace tiempo –continuó
su excelencia- que hay un grupo de personas que, apasionadas por el deporte,
ignoran todo cuanto tiene que ver con la clase social. Los que serían miembros de la clase dirigente
y los nukka están unidos, comparten la orilla del río y hablan libremente y sin
timidez. Me refiero, por supuesto, a pescadores
de salmón, mejor dicho, a pescadores de todo tipo. Clase alta y clase baja, ricos y pobres, se
olvidan de sí mismos en la contemplación de uno de los misterios de Dios: el
salmón y por qué a veces atrapa la mosca con su boca y a veces no…
…A todo el mundo pueden ponerle la zancadilla
o entrarle por detrás, por muy bueno que uno sea. Ahí es donde puedo aportar algo. A eso es a lo que me dedico. Si la noticia es mala, la anuncio desde el
mejor ángulo posible. Si la noticia es
muy, pero que muy mala, me invento otra cosa.
El lapso de atención de los medios informativos es de veinte minutos, y
una novedad, una nueva perspectiva, suele tentarlos a soltar el hueso que tú
quieres que suelten y fijarse en el hueso nuevo que tú les ofreces…
La pesca del Salmón en Yemen de Paul Torday
Si os apetece leerlos y luego si no os gustan
admito insultos y proclamas en mi contra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario