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martes, 20 de mayo de 2014

Bodegón de manzana sobre mesa de la cocina, con fondo blanco



Esa manzana.
Me pregunto si será la famosa Gran Manzana
O si, por el contrario,
se trata de una manzana golden retriever llegada directamente del labrador.
También podría ser una manzana granny Smith.
De los Smith de toda la vida.
Aunque tal vez asemeje más,
por su porte,
su color,
su aroma,
sus sueños arbóreos
a una verde doncella.
Pero parece que la doncella es más bien una lady
Y el verde no es verde sino pink
¿Será cosa de Henry Mancini?
¡Maldita sea!
¿A ver si va a ser la manzana podrida del cesto?
O, lo que es peor,
La manzana del jardín del Edén
La del pecado original.
….
Mejor me la como.
Crunch.

miércoles, 14 de mayo de 2014

El casco protector



Supongo que la propia dinámica de las cosas debe llevar a que se tomen decisiones como que se declare obligatorio el uso del casco cuando conduces una bicicleta.  Dicen que lo hacen por la seguridad de los ciclistas.  Extraño ¿no?  Digo yo, como persona poco ducha en la materia: ¿no sería mejor pacificar las calles?  Porque si lo que hay es un riesgo de llevarse por delante a un ciclista con el coche, lo normal no es ponerle protección al ciclista para que el conductor del coche pueda arrollarlo tranquilamente, sino evitar que el coche pueda circular como lo está haciendo.  Tal vez, antes de precipitarse a aprobar normas, sería bueno mirar hacia lugares que tienen una trayectoria más dilatada en el uso de velocípedos como medio de transporte principal.  Por ejemplo; Holanda es un país que bien merece ser imitado en cuanto a la forma que tiene de proteger a los ciclistas, dando prioridad a estos sobre cualquier otro medio de locomoción.  En consecuencia puedes pasear por sus ciudades, conducir por sus carreteras y encontrar tanto en la urbe como en la vía una ingente cantidad de ciclistas pertrechados con todo tipo de indumentaria, pero con casco… no, con casco no ves a muchos.  ¿Será porque no es obligatorio?

En fin, no os vayáis a creer que soy de los que gustan mucho de mitificar a los países nórdicos y todo eso, no, pero en cuestiones de bicicletas hay que reconocer que tienen más conocimientos que nosotros.

Dificultar el uso del coche, limitar su velocidad y su uso en cascos urbanos.  Carriles bici en todos los espacios urbanos e interurbanos.  Pero no un carril bici entendido como un gueto excluyente y del que es peligroso salirse, sino como un medio de ordenar el tráfico.  La clave está en que el coche se vea obligado a circular a la velocidad adecuada y así no tendremos que poner cascos a los más vulnerables.  Abandonar la idea de la ciudad pensada para los coches (aparcamientos, calzadas amplias…) y pensar más en los más vulnerables: peatones, ciclistas, minusválidos…

martes, 13 de mayo de 2014

Beati pauperes spiritu



Atónito ando con la noticia del asesinato de la presidenta de la Diputación de León.  Digo que ando atónito porque no recuerdo otra ocasión en la que se haya dado noticia de un asesinato explicando el carácter “asesinable” de la víctima.  No entiendo el motivo por el que algunos se han empeñado, desde ciertos medios de comunicación, en explicar las maldades cometidas por la señora asesinada, como si con ello trataran de justificar su muerte como una consecuencia lógica de su vida.

Sé que hay personas que tienen dificultades para contener sus instintos primarios y sienten como una catarsis necesaria el asesinato, pero me resulta difícil comprender que los “generadores de opinión” se lancen a la disección de la biografía de la víctima, a la caza de un supuesto ajuste de cuentas del que tan sólo podamos concluir que: “lo tenía merecido”

Me resulta incomprensible que se hagan cábalas sobre supuestos líos amorosos entre la víctima y el marido de una de las posibles asesinas.  Mis entendederas tampoco metabolizan bien el hecho de que otra de las posibles asesinas fuera despedida de un puesto de trabajo.  Con cinco millones de parados (por decir algo) apelar al despido como causa de un asesinato es casi ridículo.  Si cada uno de los parados hubiera tenido que matar a su jefe, probablemente rondaríamos los dos millones y medio de muertos.  Cierto que esto hubiera generado una cantidad de empleo considerable, pero creo que no es el tipo de empleo que deseamos que se genere.

Eso sí, poco o nada han hablado los “papeles” de lo accesible que resultaba el arma para la asesina.  Calentón + arma = consecuencia funesta.  Las cuestiones que se “meditan” con un arma al alcance de la mano suelen tener finales poco deseables.  Por cierto, ¿era el arma reglamentaria del marido comisario?

En fin, que como persona que no cree en la pena de muerte, ni en los linchamientos ni en los ajusticiamientos, todo esto me desborda.  Básicamente me desborda porque al decir que no creo en la pena de muerte, ni en los linchamientos, etc. me refiero a que no creo en ellos ni en el caso de que el acusado sea culpable, ya que si es inocente, no tiene sentido plantearse si estas a favor o en contra de la pena de muerte, etc.

Vamos que un poquito de cordura.

miércoles, 7 de mayo de 2014

Abstención enamorada



Robaron la estatua de Becquer.
Cada vez cruzan menos golondrinas el estrecho.
¿Habrá llegado el fin del amor?
Tal vez.
A lo mejor la solución a la crisis del amor sea aplicar recortes.
Utilizar recetas liberales.
Que sean los mercados los que regulen el amor.
Someter el enamoramiento,
la confianza mutua y el proyecto común a la ley de la oferta y la demanda.
Crear un espacio de besos común
regulado por un banco central europeo
que se encargue de repartir los abrazos y el placer por doquier;
creando una moneda única,
un amor único que sea en todos los individuos el mismo
y válido para todos los países del Espacio Común.
Convocar una troika que regule las miradas furtivas,
las caídas de párpados y las caricias robadas.
Convocar elecciones para que depositemos nuestros corazones en urnas
que viajen hasta el parlamento europeo encargado de gestionar nuestras emociones.
Porque,
claro,
nosotros ya no nos vemos capaces.
No podemos ser dueños de nuestro propio destino.
Robaron la estatua de Becquer.
Cada vez cruzan menos golondrinas el estrecho.
¿Habrá llegado el fin del amor?
Tal vez.