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martes, 8 de octubre de 2019

Mi querida utopía


Casi a diario me encuentro con personas que son fervientes defensoras de la democracia burguesa (o liberal capitalista, como queráis llamarla) o del comunismo de estado, que no dudan en poner en cuestión mis ideas, en tanto en cuanto las consideran irrealizables.

Aunque es verdad que no suelo pedir opinión en cuanto a mis ideas, no dudan en facilitármela, lo que es una metáfora de lo que realmente significa que el anarquismo, en cualquiera de sus formas, es una forma de organización social “irrealizable”.

Digo esto porque está más que demostrado que el anarquismo es completamente factible, lo que ocurre es que el Estado en cualquiera de sus formas está empecinado en que esto no sea así.  Prueba de ello fue en su día la destrucción de las colectividades en España en mayo de 1937, ejecutada al calor del estalinismo, en nombre de un supuesto orden.  Curiosamente es el mismo argumento que utilizaron y utilizan, aún hoy en día, los fascistas para justificar el golpe de estado contra el gobierno de la república y el genocidio posterior.  “El orden”.

También es una prueba diáfana, la represión desatada contra Ucrania por parte del ejército rojo, a las órdenes de Trotski, que en 1921 acabaron con el sueño anarquista de las comunas de Ucrania.

Sucedió en Manchuria, que en 1932 dijo adiós a la Comuna de Shinmin gracias a chinos y japoneses que, pese a guerrear entre ellos llegaron a un objetivo común, destruir cualquier atisbo de sociedad anarquista.

Hay numerosos ejemplos en los que se nos ha aplastado y el más reciente es el que está sucediendo ahora mismo frente a nuestras narices.  Mientras se discute que si el Brexit, que si la sentencia del Procès, que si las elecciones, que si Trump; precisamente Trump ha dado vía libre a destruir el sueño de una sociedad construida por mujeres.  Para ello se sirve, como han hecho siempre, de un tirano como Erdogan, que no duda en emprender una guerra contra lo que es, una vez más, la plasmación de lo que llaman utopía en una realidad de sociedad construida desde abajo.  Una sociedad que ha derrotado al Estado Islámico y cuando ha acabado con el trabajo sucio, como ha ocurrido históricamente, quieren destruirla.  Para ello utilizarán el armamento; para matar, mutilar y violar; pero una vez acabe la destrucción física llegará la hora de inventar un relato de destrucción moral.  Un relato como ese que me trasladan a diario de utopías y caos.

martes, 14 de mayo de 2019

Diccionario de supervivencia para estudiantes


Mientras un personajillo
Patético
Trota a lomos de un triste jamelgo
Lanzando absurdas proclamas
Sobre un suceso histórico
Que nunca sucedió
La gente buena
La gente de bien
Galopamos a lomos
De un caballo
Cuatralbo
Hasta el mismo mar
Hasta enterrarlos en el mar

domingo, 31 de marzo de 2019

Pastís de xocolata amb melmelada d’albercoc


Han tallat la serra
La que se veu des de la finestra de casa

L’han tallat
Com qui talla un pastís
Un pastís sacher
Així ha quedat la veta d’argila al descobert
Com si fos la melmelada d’un pastís sacher
Com si fos la melmelada d’albercoc
A punt de regalimar

Han tallat la serra
Un desmunt
Li diuen
Pa emparellar lo bancal del davall
 Guanyar una mica més de terreny
I puguer treballar
A peu pla

La serra plora
I lo meu gat s’ho mira
Cap dels tres no entenem res

Tant prompte arribe
La primera tronada
S’esbarrancarà
I lo que ara pareix
Una muralla indestructible
S’esllisarà com xocolata calenta
Caient a tota velocitat
Com una xiqueta que se deixa caure
Per un eslliçador
Rient i cridant

I se faran clots
I lo fang inundarà lo bancal de baix
I lo single de pedra quedarà al descobert
En aquell blau grisós
Que mostrarà la tristor de la terra despullada

Dintre  d’un temps
Los abellerols
Blaus verds i brillants
Siràn capaços
De fer forats al fang
I instal·lar los seus nius
A la serra tallada
I les serps
S’ho miraran en fam des de terra
Pensant en lo bons que estan los pollets d’abellerol

Han tallat la serra
La que se veu des de la finestra de casa
La miro jo
La mira lo gat
I dingú entenem res
De lo que està passant
En lo món
En lo mont

martes, 29 de enero de 2019

Alfonso Guerra o La Doctrina del Shock


No sabía que Alfonso Guerra había leído a Naomi Klein y su “Doctrina del shock”, y así me quedé yo esta misma semana; en estado de shock.

Sí conocía la poca vergüenza y la cantidad de exabruptos de los que era capaz de hacer gala el susodicho socialista.  No hay más que recordar frases tan memorables como aquella que profirió en sede parlamentaria, cuando le pedían explicaciones por la muerte de aves en Doñana (sino recuerdo mal el suceso, que la frase me quedó grabada a fuego): “por decírselo en términos animales, usted se calla que no tiene usted ni zorra idea”.  Y se quedó tan ancho.

En realidad, Alfonso Guerra, era un tertuliano antes de que estos existieran.  Sería lo que podríamos denominar un proto tertuliano.  Además, él no pugnaba por decir la barbaridad más gorda para que lo llamaran de las teles, él es así de natural, le sale solo.

De hecho, era tal la fama del gachó que los propios socialistas lo animaban (como si le hiciera falta) jaleándolo al grito de “¡Alfonso, dales caña!”, no se si movidos por el ansia de sangre enemiga o por temor a ser ellos los que se mueven y no salen en la foto, tal y como amenazara a la militancia en cierta ocasión.

 Así las cosas, ¿qué es lo que me ha desorientado de tamaño personaje?  Pues sencillamente el hecho de que corroborara las tesis de Naomi Klein que relataba como la escuela de Chicago, los “Chicago Boys”, avanzadilla del neoliberalismo, utilizaron Chile como zona de experimentación de la utopía liberal para, mano miliitari, poner en práctica aquello que preconizaban en sus teorías económicas.

Parece ser que las férreas dictaduras maridan muy bien con el liberalismo, aunque de primeras, para aquellos que se hayan tragado el disfraz del liberalismo, pueda parecer sorprendente, en realidad, para desmantelar todos los servicios público y ponerlos en manos de las empresas “amigas”, para acabar con lo que queda del “Estado del Bienestar” y para trocear los derechos laborales (principios fundamentales del liberalismo, lo de trocear, no lo de los derchos) hace falta un estado muy potente, capaz de reprimir cualquier amago de protesta.

Así que sí, Alfonso, efectivamente la dictadura de Chile sirvió para algo.  Para algo terrible.  Tan terrible como la cantidad de seres humanos encerrados, torturados y asesinados.  Tan terrible como la cantidad de bebés robados.  Tan terrible como la cantidad de personas que no han vuelto a saber nada de familiares o amigos, desaparecidos para siempre.  Tan terrible como la cantidad de derechos perdidos, el reparto de los bienes comunes repartidos entre los amiguitos, debidamente guiado por las ideas económicas de Milton Friedman y Arnold Harberger.

Estoy seguro, señor Guerra, de que Olof Palme se ha revuelto en la tumba después de sus palabras, pero me imagino que eso a usted se la trae al pairo.

En fin, ahí dejo el enlace por si alguien se anima a ver el documental sobre “La Doctrina del Shock” que resulta mucho mejor que escuchar a este cenutrio decir sandeces.

https://youtu.be/yIhZjEsgsNQ

viernes, 4 de enero de 2019

Simplificación o la cultura del esfuerzo


Estoy convencido de que la construcción de una ideología no se puede hacer a golpe de slogan, sino que debe abarcar una reflexión más profunda y de más largo recorrido, y tampoco es un proceso que podamos ni debamos abarcar en solitario.  Es más, cuantas más personas participen en la construcción mucho mejor.  Podríamos decir que los fundamentos de una opinión deberían ser grupales y no individuales, ya que esto configura un desarrollo de pensamiento que recoge puntos de vista diversos.

No hay que olvidar la lectura, a ser posible de teoría política, sea esta de mano de pensadoras o de divulgadoras o de sus diferentes interpretaciones y, a ser posible, siempre acompañada de una reflexión conjunta.

Este desarrollo puede sonar sectario, pero nada más lejos de esta afirmación.  Se trata en realidad de todo lo contrario.  La puesta en común no es para reafirmarnos en nuestro pensamiento sino para hacerlo crecer.  De hecho, es más que recomendable que en ese contexto, que podríamos llamar de confort, surjan las discusiones más encarnizadas y las palabras más gruesas, si el tema lo requiere, para poder ver diferentes puntos de vista en acción y con toda su fuerza.  En ningún momento debería haber ninguna cortapisa que nos lleve a refrenarnos de expresar ningún tipo de pensamiento o valor, por temor a ser rechazadas por el grupo.  En realidad, debemos ser conscientes de que estamos creciendo, todas las personas que allí nos encontramos y que no andamos en un reñidero tratando de imponer nuestro punto de vista ya que saldríamos todas escaldadas.  No se trata de vencer al contario, sino de desarrollar y escuchar argumentos e ideas.

Al sentar las bases del debate como un espacio en el que gocemos de plena libertad para expresar cuanto deseemos, debería quedar claro que lo que estamos haciendo es debatir y, por tanto, no podemos caer en la falacia.  Siempre hay que desarrollar argumentos centrados en el tema que estamos tratando, sea el último libro que hemos leído, el último artículo, la última charla a la que hemos asistido o cualquier otro tema sobre el que se haya suscitado el debate.  Es importante no desviarse del tema y sobre todo huir de las descalificaciones personales, pero sin sentirnos coartados por no faltar al respeto; en este entorno el respeto no debe ser coercitivo; ya nos recuperaremos el respeto cuando acabemos el tema que estamos tratando.  No es nada personal, ni debe serlo.

Este tipo de trabajo grupal no debe desarrollarse en bares, por supuesto.  El alcohol no es un buen compañero de las discusiones enriquecedoras.  Estoy hablando de buscar espacios autónomos y autogestionados que sirvan de enriquecimiento personal (no hablo de dinero sino de pensamiento).

Al hablar de espacios autónomos y autogestionados estoy definiendo lugares que no reciban subvención ni prebendas de ninguna administración pública, partido político o empresa.  Ahí toca rascarse el bolsillo en beneficio propio, porque si alguien que no eres tú pone el dinero, ese alguien es quien va a acabar, tarde o temprano, marcando el ritmo de lo que allí se hace o se dice y, a la larga, no solo el ritmo, sino que también marcará el camino por el que transitar.

Esto es la cultura del esfuerzo.  Eso que construimos alrededor nuestro como espacio de confort en el que crecer, aprender y desarrollarnos como personas, abandonando el estatus de consumidores y recuperando el de seres humanos.  Porque la televisión, la radio o los grandes periódicos no van a construir una ideología que no le interese al sistema que te envuelve y, por lo tanto, no te va a dar ninguna clave para alcanzar la libertad y el bienestar que mereces.  Siempre hay que ir un paso más allá y buscar entre la cultura no subvencionada, entre el pensamiento no patrocinado, porque allí, está la esencia de la libertad.  Después, claro está, cada una de nosotras debemos filtrar esa esencia y construir nuestro pensamiento con la ayuda de las personas de nuestro pueblo, nuestro barrio, en definitiva, de nuestro entorno.  Dejar a los oradores mediáticos en la estacada, solos, aullándole a la luna.  Al fin y al cabo, no nos necesitan para nada.  No son más que estómagos agradecidos que ya reciben su diezmo sin nuestra participación.

Creo que esta es la clave para que no venga cualquier descerebrado a vendernos un discurso absolutamente incoherente cargado de odio.  El amor es lo que debe ser nuestro principio fundamental y los slogans solo te van a transformar en un loro capacitado para repetir frases sueltas, pero incapaz de construir un argumento mínimamente coherente, porque quien te ha vendido la moto así lo quiere.  Horrorízate si te descubres repitiendo la última ocurrencia que has escuchado en la radio o en la tele.  Sonrójate si te descubres plagiando argumentos sin citar la fuente.  Plantéate que, tal vez, no estás plagiando sino repitiendo aquello que quieren que repitas.

La cultura del esfuerzo, creo, sinceramente, que va de esto, no de enriquecernos o tener lo que llaman buenos trabajos.  La cultura del esfuerzo es el esfuerzo que somos capaces de desarrollar de manera colectiva para crecer en lo personal, sea pensando o aprendiendo determinas habilidades que no tienen porque derivar en un beneficio económico, sino que estarán orientadas a un beneficio personal que acabará siendo colectivo y que puede llegar a extenderse de tal manera que acabe transformando el mundo.  Primero el mundo que te rodea y, poco a poco, alcanzará la dimensión suficiente como para derivar en una sociedad mejor, más igualitaria, más libre y sin opresores ni oprimidos.  Puede parecer pretencioso, pero si somos capaces de recuperar la vida colectiva seremos capaces de construir la sociedad que queramos colectivamente.

Artrosis mental


Quisiera que mi dedo
Nunca llegara a retorcerse tanto
Que fuera incapaz de señalar a los culpables
Y acabara señalando a sus víctimas

Quisiera que mi mano
Nunca llegara a retorcerse tanto
Que me impidiera teclear las injusticias
Y solo fuera capaz de recoger las limosnas que me compraran

Quisiera que el dolor de las rodillas
Nunca fuera tan fuerte
Que me impidiera ponerme en pie
Para sublevarme contra el opresor

Quisiera que ningún dolor fuera tan intenso
Que los gritos de libertad
Quedaran silenciados por los gritos de dolor

Quisiera que mis dedos no se agarroten nunca tanto
Que me impidan acariciarte
Y que mis brazos no sufran por abrazarte

Quisiera que nunca la injusticia
Me retuerza de tal manera
Que acabe odiando en lugar de amar