Trento
5.00h Salimos rumbo a Roma. Con lo poco
que me gustan los viajes en autobús y ahora me veo en estas, cruzado el norte
de Italia en un solo día. A ver, que no
es que sea un palizón de viaje, pero como ya he dicho, odio los viajes en autobús. Suerte que a mi lado está mi novio, Rufus, y
como le veo así de perfil, puedo deleitarme observando esa patilla y esa
arruguita que se le forma en la comisura de los labios que tanto me enloquece. Además, nada más salir, se ha recostado en mi
hombro y se ha quedado dormido y he acompasado mi respiración a la suya para
tratar de no pensar en el viaje que nos espera.
Cerca
de Verona 6.03h ¡Lástima de viaje! Con
la de sitios bonitos que estamos pasando.
No digo yo que fuera necesario pasar por Venecia, que queda un poco a
desmano, pero hubiera estado bien. No
tanto por la ordinariez de darse un paseo romántico en góndola, como por el
placer de perdernos en la noche veneciana callejeando cogidos de la cintura,
dejándonos embargar por el leve toque de salitre que envuelve sus callejuelas,
la incertidumbre de perder por completo el sentido de la orientación y besarnos
en los rincones oscuros y estrechos que invitan a ello.
Lo
que sí es una lástima es que estamos pasando junto a Verona y no se puede consentir
de ninguna manera que no nos hayan dejado hacernos una foto, a Rufus y a mí, en
la puerta de la casa de Julieta besándonos mientras nos juramos amor
eterno. O ver una ópera en la monumental
Arena vestidos como marqueses. Esto es
una porquería de viaje.
Llegando a Módena 7.33h Esto debe ser una broma pesada. Han despertado a Rufus y nos han repartido un
bocadillo con una asquerosa loncha de queso fundido, en el mismo momento que
dejamos el desvío hacia Parma. Esto
debería estar tipificado como delito de lesa humanidad. Doy por sentado que Módena tampoco la
podremos visitar como merece, y mucho menos visitar alguna bodega de buen
vinagre para hacer unas catas.
Florencia
9.13h A estas alturas de viaje tengo la
vejiga a punto de reventar y las tripas se revuelven como una vieja lavadora en
modo centrifugado. Creo que es el
maldito queso fundido.
Trato
de convencer al conductor de que necesito parar como sea. Ahora mismo mi cuerpo sueña más con la
porcelana del inodoro que con los mármoles de las esculturas de los
Uffizi. Tampoco sueño con El Nacimiento
de Venus ni con La Anunciación. Ni
siquiera tengo la necesidad de Pisa y su conjunto monumental que avoca a un
síndrome de Stendhal incontrolado. Solo
quiero un maldito retrete.
Roma 12.13h Afortunadamente el conductor se apiadó de mí y me dejó evacuar. Con el cuerpo más sosegado no puedo dejar de pensar que la comida será igual de desastrosa. Ya me lo estoy imaginando. Pasta blanca pasada de cocción y servida en un recipiente de plástico de los chinos. Nada de vino de la Toscana, nada de mozzarella, nada de parmesano, nada de pasta fresca acabada de hacer y por supuesto nada de helado italiano.
Se
acabó. Ya no veremos nada que merezca la
pena. Todo por culpa de Rufus. Bueno de Rufus y de esa manera de pedirme las
cosas que hace que me derrita.
Intentar robar el Moisés de Miguel Ángel no fue
una gran idea. No sólo por el hecho de
que pese 25 toneladas, sino porque abulta demasiado y nos pillaron los primeros
carabinieri que nos cruzamos en Trento.
Y ahora, aquí estamos, rumbo a la cárcel de Reina Coeli en Roma. Encima como Rufus es como es no me deja
hacerle ni una carantoña. Dice que los
homosexuales están muy mal vistos en la cárcel.
En fin.
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