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lunes, 10 de noviembre de 2014

Viaje organizado



Trento 5.00h Salimos rumbo a Roma.  Con lo poco que me gustan los viajes en autobús y ahora me veo en estas, cruzado el norte de Italia en un solo día.  A ver, que no es que sea un palizón de viaje, pero como ya he dicho, odio los viajes en autobús.  Suerte que a mi lado está mi novio, Rufus, y como le veo así de perfil, puedo deleitarme observando esa patilla y esa arruguita que se le forma en la comisura de los labios que tanto me enloquece.  Además, nada más salir, se ha recostado en mi hombro y se ha quedado dormido y he acompasado mi respiración a la suya para tratar de no pensar en el viaje que nos espera.

Cerca de Verona 6.03h ¡Lástima de viaje!  Con la de sitios bonitos que estamos pasando.  No digo yo que fuera necesario pasar por Venecia, que queda un poco a desmano, pero hubiera estado bien.  No tanto por la ordinariez de darse un paseo romántico en góndola, como por el placer de perdernos en la noche veneciana callejeando cogidos de la cintura, dejándonos embargar por el leve toque de salitre que envuelve sus callejuelas, la incertidumbre de perder por completo el sentido de la orientación y besarnos en los rincones oscuros y estrechos que invitan a ello.

Lo que sí es una lástima es que estamos pasando junto a Verona y no se puede consentir de ninguna manera que no nos hayan dejado hacernos una foto, a Rufus y a mí, en la puerta de la casa de Julieta besándonos mientras nos juramos amor eterno.  O ver una ópera en la monumental Arena vestidos como marqueses.  Esto es una  porquería de viaje.

 Llegando a Módena 7.33h  Esto debe ser una broma pesada.  Han despertado a Rufus y nos han repartido un bocadillo con una asquerosa loncha de queso fundido, en el mismo momento que dejamos el desvío hacia Parma.  Esto debería estar tipificado como delito de lesa humanidad.   Doy por sentado que Módena tampoco la podremos visitar como merece, y mucho menos visitar alguna bodega de buen vinagre para hacer unas catas.

Florencia 9.13h  A estas alturas de viaje tengo la vejiga a punto de reventar y las tripas se revuelven como una vieja lavadora en modo centrifugado.  Creo que es el maldito queso fundido.

Trato de convencer al conductor de que necesito parar como sea.  Ahora mismo mi cuerpo sueña más con la porcelana del inodoro que con los mármoles de las esculturas de los Uffizi.  Tampoco sueño con El Nacimiento de Venus ni con La Anunciación.  Ni siquiera tengo la necesidad de Pisa y su conjunto monumental que avoca a un síndrome de Stendhal incontrolado.  Solo quiero un maldito retrete.


Roma 12.13h  Afortunadamente el conductor se apiadó de mí y me dejó evacuar.  Con el cuerpo más sosegado no puedo dejar de pensar que la comida será igual de desastrosa.  Ya me lo estoy imaginando.  Pasta blanca pasada de cocción y servida en un recipiente de plástico de los chinos.  Nada de vino de la Toscana, nada de mozzarella, nada de parmesano, nada de pasta fresca acabada de hacer y por supuesto nada de helado italiano.

Se acabó.  Ya no veremos nada que merezca la pena.  Todo por culpa de Rufus.  Bueno de Rufus y de esa manera de pedirme las cosas que hace que me derrita.

 Intentar robar el Moisés de Miguel Ángel no fue una gran idea.  No sólo por el hecho de que pese 25 toneladas, sino porque abulta demasiado y nos pillaron los primeros carabinieri que nos cruzamos en Trento.  Y ahora, aquí estamos, rumbo a la cárcel de Reina Coeli en Roma.  Encima como Rufus es como es no me deja hacerle ni una carantoña.  Dice que los homosexuales están muy mal vistos en la cárcel.  En fin.

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