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lunes, 22 de diciembre de 2014

Cuento humano de navidad



Un escalofrío recorre, como si fuera un impulso eléctrico, el débil y apergaminado cuerpo del desdichado Mr. Scrooge.  Aún tiene presente, como si de un fotograma insertado en una película a modo de propaganda subliminal se tratara, el momento en que dio ese billete de 100 pavos al pillo adolescente, conminándole a traerle el ídem más hermoso del mercado.

Mala ha sido la noche pasada.  Una serie de alucinaciones se han deslizado por entre sus sábanas y le han mostrado la vida como un pasado, presente y futuro inexorable.  Sin duda se ha tratado de una pesadilla producida por el constante bombardeo que ha sufrido durante las últimas semanas, como consecuencia de la proximidad de la navidad.  Tanta paz, tanto amor y tantas paparruchas han acabado haciendo mella en la débil mente del anciano que se ha visto abocado a derrochar el dinero que tanto le ha costado ganar.

     ¡Maldita sea! —Profiere al vacio, fuera de sí.

Tras esta exclamación, el corazón de Mr. Scrooge se torna pequeño y rígido como un Ferrero Rocher excesivamente enfriado.  Por su mente están pasando imágenes del ladronzuelo gastando, derrochando, en mujeres de mala vida y cocaína el dinero de tantos años de esfuerzo.  Un billete que aún conservaba el olor a humedad que se concentra en las rendijas de la crujiente madera del desgastado suelo.  Un billete que atesora horas y horas de frío que se introduce por todo el cuerpo, que obliga a castañetear los dientes por no gastar en encender un mísero brasero, que hubiera dado al traste con todo el plan de ahorro.  Un billete lleno de sudor de interminables veranos de trabajo sin descanso.

El débil corazón de Mr. Scrooge está tan encogido que, de manera apenas perceptible, ha dejado de bombear.  Se ha puesto duro como un trozo de negro carbón.  La piel ha adquirido un tono cuatro grados más amarillento del habitual, si cabe, y los músculos han cedido al débil peso de su cuerpo.  Entre estertores de dolor, desde el suelo aún ha podido balbucear.

     ¡Maldita sea!

Mientras en el burdel más famoso de la ciudad, un golfillo con las narices blanquecinas pide la puta más bonita que se pueda pagar con 70 pavos.

Feliz navidad a todxs.

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