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martes, 20 de marzo de 2018

Huerto doméstico y revolucionario II


¡Hala!, ya me he descuidado y tengo el huerto hecho unos zorros.  Pues esto no puede ser; así que me arremango, me pongo los guantes de trabajo y sigo con el huerto doméstico y revolucionario.

Ante la afirmación disparada en contra de tener un huerto en doméstico, en el punto uno del artículo que citaba en la anterior entrada: “la contaminación por metales pesados y compuestos orgánicos”, tengo que explicar que hasta para esto hay remedio en el mundo natural, pues resulta que hay una planta que atrapa los metales pesados derivados de la contaminación en pueblos y ciudades.  La humilde rosa canina, llamada vulgarmente escaramujo, tapaculos o rosa silvestre, es una gran aliada del hortelano.  El truco está en plantar un seto alrededor del lugar donde vayamos a ubicar nuestro huerto.  Si es en un balcón, bastará con poner unas cuantas macetas con rosales silvestres que se encargarán  de recoger los metales pesados que salen por los tubos de escape de los coches.  Es importante saber que este tipo de plantas que se colocan a modo de setos, para frenar la contaminación, después no puedes ser utilizadas como alimento ni para nosotras ni para las plantas.  Así pues, deja a la rosa canica ahí haciendo su función y si acaso la vas podando para aclararle las ramas y evitar, al mismo tiempo, que acabe invadiéndolo todo.

Tenemos el seto y ha llegado el momento de empezar a sembrar o plantar el huerto.

Si nunca has tenido un huerto y desconoces también la jardinería, yo, te recomendaría empezar poco a poco.  Es muy tentador tratar de abarcar todos los procesos que acompañan al establecimiento de un huerto, pero también puede llegar a ser tan desesperante y nos podemos ver tan desbordadas que es mejor ir paso a paso.  Si afianzamos bien cada una de las etapas, podremos ir dando los pasos que nos veamos con el ánimo suficiente de dar y retroceder en cualquier momento sin quemarnos en el intento.

Antes de empezar a plantar lo que te pida el cuerpo serrano es mejor sentarse tranquilamente y hacer una pequeña planificación de lo que queremos plantar.  Empieza por anotar los tipos de hortalizas que deseas: lechuga, cebolla, tomate, pimiento, berenjena…  Una vez tengas la lista hecha (ten en cuenta la temporada para saber qué puedes y no puedes plantar) anota la cantidad de cada producto que eres capaz de consumir sin cogerle asco.  Es muy típico acabar con tal cantidad de pimientos, por ejemplo, que al final los acabas aborreciendo.  Así que moderación, piensa que es mejor que falte que no que sobre.

Yo recomiendo empezar por acudir a un vivero y comprar plantones, al menos el primer año, asegurándote de que no estás comprando variedades híbridas.  Es importante que recalques a quien te sirva la planta que no quieres variedades híbridas, ya que las variedades híbridas dan semillas estériles y te verás obligada a comprar un año tras otro semillas o plantones.

Y  como no es bueno cansarse en demasía en el huerto, lo dejo ahí hasta la próxima entrada.

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