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miércoles, 3 de octubre de 2018

Mamá, quiero ser artista


Cada día tropiezo, varias veces, con diferentes anuncios en Facebook instándome a consumir las cosas más peregrinas.  Comprendo que el algoritmo ese tan famoso, falla más que una escopeta de feria.  Hasta aquí todo normal.  Digamos que puedo tolerar desmanes como que me inviten a consumir pan Bimbo sin corteza o San Miguel 0,0, pero lo que no puedo soportar, en modo alguno, son las tomaduras de pelo.  Me explico:

Llevo unos días topando con una publicidad lanzada desde el perfil “Eventos, publicidad, teatro y cine”, que anuncia castings “remunerados” sin más explicación que el lugar y los días.  Lo cierto es que, en un primer momento, no le di mayor importancia, pero ante la insistencia de la publicidad y la aparición de Fraga como lugar en el que desarrollar la actividad, puse un comentario en el que reclamaba información sobre salario a percibir, convenio colectivo en el que quedaría inscrito si aceptaba la actividad y horarios.  Lo que viene a ser lo normal antes de aceptar una oferta laboral.  No duró ni un cronón el comentario.  Se aprestaron a borrarlo como si les hubiera hablado el demonio.  Y yo me dije: “¡demonios!, aquí hay algo  que no va bien”.  Así que volví a la carga mostrando extrañeza por haber borrado mi comentario.

La respuesta no se hizo esperar en forma de: “para ampliar información sobre las condiciones, le rogamos que contacte con nosotros a través del correo electrónico”.

Transcribo el correo que les remití, literalmente:

“Hola,

Desearía conocer las condiciones laborales en que se desarrollaría la actividad.  Sueldo, convenio colectivo y horarios.

Gracias”

¿Sabéis lo que es un estepicursor? (lo que a Fraga diem “barrella”?)  Exacto, ese matojo que da vueltas en las pelis del oeste.  Pues eso ha pasado en mi mail desde el envío recabando información.  Pero no todo acaba ahí, sino que han vuelto a borrar el comentario junto con su respuesta y, además, han cambiado la privacidad de la página para que no se puedan añadir comentarios a sus entradas.

¿Es una estafa?  ¿Es explotación laboral escondida bajo el halo del atractivo de la fama?  ¿Buscan esclavos incansables que como pago reciban la ilusión de un futuro que no va a llegar jamás?  Eso no podremos saberlo nunca… pero, oye, sospechas han levantado para aburrir.

¡Huid, insensatos!


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