No sabía que Alfonso Guerra había leído a Naomi Klein y
su “Doctrina del shock”, y así me quedé yo esta misma semana; en estado de shock.
Sí conocía la poca vergüenza y la cantidad de exabruptos de
los que era capaz de hacer gala el susodicho socialista. No hay más que recordar frases tan memorables
como aquella que profirió en sede parlamentaria, cuando le pedían explicaciones
por la muerte de aves en Doñana (sino recuerdo mal el suceso, que la frase me
quedó grabada a fuego): “por decírselo en términos animales, usted se calla que
no tiene usted ni zorra idea”. Y se
quedó tan ancho.
En realidad, Alfonso Guerra, era un tertuliano antes de que
estos existieran. Sería lo que podríamos
denominar un proto tertuliano. Además,
él no pugnaba por decir la barbaridad más gorda para que lo llamaran de las
teles, él es así de natural, le sale solo.
De hecho, era tal la fama del gachó que los propios socialistas
lo animaban (como si le hiciera falta) jaleándolo al grito de “¡Alfonso, dales
caña!”, no se si movidos por el ansia de sangre enemiga o por temor a ser ellos
los que se mueven y no salen en la foto, tal y como amenazara a la militancia
en cierta ocasión.
Así las cosas, ¿qué
es lo que me ha desorientado de tamaño personaje? Pues sencillamente el hecho de que
corroborara las tesis de Naomi Klein que relataba como la escuela de Chicago,
los “Chicago Boys”, avanzadilla del neoliberalismo, utilizaron Chile como zona de
experimentación de la utopía liberal para, mano miliitari, poner en práctica aquello
que preconizaban en sus teorías económicas.
Parece ser que las férreas dictaduras maridan muy bien
con el liberalismo, aunque de primeras, para aquellos que se hayan tragado el
disfraz del liberalismo, pueda parecer sorprendente, en realidad, para
desmantelar todos los servicios público y ponerlos en manos de las empresas “amigas”,
para acabar con lo que queda del “Estado del Bienestar” y para trocear los
derechos laborales (principios fundamentales del liberalismo, lo de trocear, no
lo de los derchos) hace falta un estado muy potente, capaz de reprimir cualquier
amago de protesta.
Así que sí, Alfonso, efectivamente la dictadura de Chile
sirvió para algo. Para algo terrible. Tan terrible como la cantidad de seres
humanos encerrados, torturados y asesinados.
Tan terrible como la cantidad de bebés robados. Tan terrible como la cantidad de personas que
no han vuelto a saber nada de familiares o amigos, desaparecidos para siempre. Tan terrible como la cantidad de derechos
perdidos, el reparto de los bienes comunes repartidos entre los amiguitos,
debidamente guiado por las ideas económicas de Milton Friedman y Arnold
Harberger.
Estoy seguro, señor Guerra, de que Olof Palme se ha revuelto
en la tumba después de sus palabras, pero me imagino que eso a usted se la trae
al pairo.
En fin, ahí dejo el enlace por si alguien se anima a ver
el documental sobre “La Doctrina del Shock” que resulta mucho mejor que escuchar
a este cenutrio decir sandeces.
https://youtu.be/yIhZjEsgsNQ
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